
España aterrizó en Brasil con ganas de certificar en la Copa Confederaciones su dominio internacional de los últimos cinco años en el mejor escenario posible, el legendario Maracaná, que el 30 de junio acogerá la final.
El histórico estadio de Río, escenario de grandes hazañas -la victoria de Uruguay en la final del Mundial 50- y de grandes catástrofes -la derrota de Brasil en ese mismo partido- es uno de los principales alicientes para los españoles.