La “era de los esteroides” hizo que en la última década los números de los grandes bateadores fueran vistos con sospechas. No es el caso del venezolano Miguel Cabrera, limpio de momento de sombras y que hoy se convirtió en el jugador mejor pagado de la historia del béisbol.
Será quizás por su abdomen prominente o porque sus números, los mejores con el bate los últimos años, no sean tan exagerados como los de Barry Bonds, el rey de los jonrones. Pero Cabrera, que hoy firmó con Detroit Tigers un nuevo contrato de diez años y 292 millones de dólares, parece ser el héroe que busca un deporte marcado por el recelo y que desprecia a Bonds.
“Eso es el pasado”, afirma seco Cabrera cuando se habla de los esteroides en el béisbol. Ni con el bate se quita las pelotas de encima tan rápido.
Cabrera superó hoy los 275 millones que los New York Yankees firmaron en 2007 a Alex Rodríguez, que se perderá toda la temporada 2014 por su implicación en el escándalo de doping de la clínica Biogenesis.
Rodríguez es el ejemplo de la estrella marcada por el doping, la figura que el nuevo béisbol, más duro con el doping tras años de permisividad, quería derribar para dar ejemplo.
Cabrera, aun sin el atractivo de “A-Rod”, es la nueva estrella. Ganó en 2012 la triple corona, siendo el primer bateador desde 1967 en liderar en porcentaje de bateo, jonrones y carreras impulsadas.
Además, sumó dos premios MVP consecutivos las dos últimas temporadas con unos Tigers que anhelan conquistar las Series Mundiales y que no están dispuestos a reparar en gastos por un título que no celebran desde 1984.
“Tiene la oportunidad de ser uno de los mejores bateadores de la historia”, dijo hoy al justificar el acuerdo el presidente de los Tigers, Dave Dombrowski. Gracias a que no existe límite salarial, el béisbol en Estados Unidos se sitúa como la liga deportiva más millonaria del mundo.
Cabrera ganará mucho más que LeBron James (baloncesto), Aaron Rodgers (fútbol americano), el canadiense Sidney Crosby (hockey sobre hielo) y que el argentino Leo Messi y el portugués Cristiano Ronaldo, los astros del fútbol. Y todo ello en Detroit, la ciudad que enfrenta la mayor bancarrota de la historia de Estados Unidos.
Con su nuevo contrato, el venezolano recupera además la figura del bateador. Quizás por las sospechas de doping, las Grandes Ligas se habían convertido en territorio de los pitchers, como lo demostraron los últimos y mutimillonarios acuerdos por Justin Verlander, también en los Tigers, y por Clayton Kershaw, lanzador de Los Angeles Dodgers que ganará más de 30 millones por temporada los próximos siete años.
Cabrera es un pelotero tradicional en una época marcada por el análisis numérico en el béisbol, donde reina la fiebre por las estadísticas. No analiza videos de los lanzadores con los que se enfrenta ni practica con máquinas que disparan pelotas.
El venezolano es instintivo y rápido. Ve cómo el pitcher agarra la pelota y el ángulo de su brazo y es capaz de reconocer inmediatamente dónde deberá impactar la pelota. No necesita páginas con números, videos ni consejos. Tiene todo en su cabeza. Si no fuera por el bate y la pelota, asegura que sería ingeniero petrolero en una Venezuela a la que manda mensajes de paz en medio de las disputas entre gobierno y oposición.
“Ve el mundo con ojos diferentes”, dijo Jim Leyland, manager de los Tigers el año pasado, al diario “The New York Times”. Una pelea con su mujer en 2009 y una acusación de conducir bajo los efectos del alcohol tiñen el expediente de Cabrera, poco hablador y remiso a ser una estrella del marketing.
Su bate y sus números hablan por él. Las cifras de jonrones, impulsadas y porcentaje de bateo, pero hoy también las de su cuenta bancaria, en la que recibirá el mayor salario de la historia de un béisbol necesitado de figuras limpias.